21 de noviembre de 2015

Proyecto Fobia: Capítulo 2: El nuevo empleado

Noviembre de 1988

August Remprelt se encontraba en su despacho principal, sentado en una silla giratoria situada tras un imponente escritorio de madera de caoba. De forma repetida, acariciaba un péndulo que colgaba de su cuello. El gesto le traía recuerdos de su niñez, una época en la que su visión del mundo se había tornado tan negra como un pozo de alquitrán. Y todo había empezado a ocurrir por culpa de ese objeto que ahora acariciaba con sus dedos, y que Remprelt había convertido en su talismán para las sesiones de hipnosis.



El despacho principal de Remprelt era todo un templo dedicado al estudio de la mente humana. Había varios estantes de madera repletos de libros sobre el ser humano y sus funciones cerebrales, estudios sobre la psique, la interpretación de los sueños, el subconsciente y la hipnosis, biografías de los mejores profesionales en el campo de la psiquiatría, e innumerables libros de medicina y anatomía. Pero la cosa no se quedaba ahí, pues sobre el escritorio había un par de reproducciones a tamaño real del cerebro humano, y en un enorme armario acristalado situado en un extremo del despacho, había una inmensa colección de cintas de casete y vhs sobre reportajes, documentales e investigaciones del cerebro humano y sus diferentes funciones. Remprelt tenía un televisor con reproductor de vhs en el despacho, y disfrutaba en ocasiones viendo algo de su colección. Del mismo modo, en uno de los cajones de su escritorio guardaba un walkman para escuchar los casetes en cualquier parte. Sin embargo, no era momento para el ocio, pues Remprelt estaba esperando una visita, y tras escuchar unos golpes en su puerta, dio orden de que pasara la persona a la que esperaba.

Con una mirada de ojos azules llena de ambición, y una sonrisa que irradiaba autoconfianza, el visitante se presentó como Stanley Farrell. A Remprelt le gustó el firme apretón de manos que le dio. Una vez sentados, el doctor empezó a interrogar a su visitante:

- Así que le interesa el puesto de vigilante nocturno, ¿verdad señor Farrell?
- Por favor, llámeme Stan. Y ya puestos puede tutearme. ¿Quién no querría trabajar en un centro tan prestigioso como el Clarkson?
- Ya, eso dice todo el mundo Stan- sonrió con malicia Remprelt-, pero claro, tu labor no va a ser la de doctor, enfermero o celador, así que… ¿por qué tanto interés en ser vigilante nocturno en este centro? Según la ficha que dejaste en recursos humanos días atrás, ni siquiera tienes experiencia previa para el puesto.
- Verá doctor Remprelt, sé que toda la experiencia laboral que tengo no sirve ni de lejos para trabajar aquí, pero… ¿puedo serle franco?
- Adelante Stan, soy todo oídos.
- Pues la razón es simple. Verá, sé por los periódicos que en este centro internan cada vez a más personas condenadas por la justicia, y tengo el deseo de vigilar que esa basura no se escape de aquí. Suena un tanto extraño, pero esas personas le han fallado a la sociedad, y disfrutaré viendo cómo pasan una larga temporada en este edificio.
- Ya veo, así que esa es su verdadera motivación para el puesto- y el doctor, que se quitó las gafas para limpiarlas con el faldón de la camisa, sintió un creciente interés por aquel tipo-. Es peligroso hacer ese tipo de comentarios en una entrevista de trabajo.
- Lo siento doctor Remprelt, sólo he sido sincero con usted. Como decía una antigua novia que tuve- y Stan esbozó una enorme sonrisa-, hasta el demonio merece que le cuenten la verdad.

Tras escuchar aquella frase, a Remprelt se le secó la boca. Había escuchado eso mismo en boca de alguien años atrás. Pero ese alguien no le venía a la cabeza, y Remprelt era del tipo de personas que creen que hay cosas que tarde o temprano, afloran en la mente de quien sabe esperar pacientemente su llegada. Así que, tras buscar en uno de los cajones del escritorio, encontró una botella de agua, le dio un trago, y continuó la conversación:

- Agradezco tu sinceridad Stan. ¿Cómo sé que tu deseo de vigilar a los pacientes no lleva oculto otro deseo aún mayor de hacerles la vida imposible? Porque el vigilante nocturno únicamente debe procurar que nadie salga de su habitación una vez se apaguen las luces, y que todo esté en orden. La violencia física es lo último que quiero como director de este centro.
- No se preocupe por ello doctor Remprelt, no voy a negarle que la tentación de putear a esta gente es demasiado grande, pero no es lo que deseo. Solamente quiero evitar cualquier posible fuga de quien realmente fingiera estar loco para no ir a la cárcel.
- ¿Controlarás cualquier impulso negativo hacia los pacientes?
- Desde luego, puede confiar en mí. Si le parece bien- y Stan pasó a la última fase de su plan de ataque-, puedo estar una semana a prueba, sin que usted me contrate. Si se siente satisfecho una vez pase ese tiempo, podrá ofrecerme un contrato que estime adecuado, no pondré pegas al tiempo o salario.
- Es una propuesta interesante Stan- a Remprelt le empezaba a inspirar confianza el tipo-, me parece muy bien tu ofrecimiento. Como en la ficha tengo tu teléfono de contacto, mañana te llamaré para darte una respuesta.
- De acuerdo, estaré expectante.

Tras despedirse con un apretón de manos, Stan cerró la puerta del despacho, y Remprelt volvió a sentarse en la silla giratoria. Aquel tipo le despertaba sensaciones opuestas. Por un lado, había captado su interés al revelar que su deseo de trabajar en el Clarkson, era para controlar que la “basura” que los jueces enviaban allí, no escapara. También mencionó algo que a Remprelt le pareció importante: esas personas le han fallado a la sociedad. Ésa era una de las razones que motivaban la práctica del proyecto fobia en los pacientes ingresados por vía judicial. Quizás, sólo quizás, Stan podía ser con el tiempo un miembro más al servicio del proyecto. Sin embargo, el instinto de Remprelt le decía que, si bien Stan podía ser en el futuro un leal sirviente a su causa, también podía ser peligroso. La mención de aquella frase sobre la verdad y el demonio había activado una alarma interior, aunque su sonido apenas fuera audible. Al día siguiente llamaría a Stan, y le daría una respuesta. Aún quedaba una larga jornada por delante, y otras cosas que hacer.

Al mismo tiempo, Stan recorría los pasillos para regresar al vestíbulo principal. Una vez que salió del Clarkson, se dirigió al aparcamiento y subió a su Plymouth Fury del 58 color crema. Ya en el interior, arrancó el motor y puso una emisora de música rock. Había seguido el plan ideado el día anterior, y le había contado a Remprelt alguna de las cosas que sabía que podían interesarle. Realmente no le importaba ninguna de las personas que había allí internadas, por lo que no pensaba hacerles nada. Pero tenía que conseguir aquel trabajo, era la única forma de poder investigar lo que se cocía en el interior de aquel psiquiátrico. Había empleado los dos últimos años de su vida en recabar toda la información posible sobre Remprelt y el Clarkson, pero eso no le había dado la respuesta que buscaba a sus dudas, ya que había obtenido esa información desde fuera. Necesitaba trabajar en aquel lugar para investigar más, y para acceder al círculo de confianza del doctor. Sabía que no sería una tarea fácil, pero Stan era una persona paciente. No le quedaba más remedio que esperar la llamada prometida al día siguiente. Así que puso en marcha el Plymouth, y cogió la carretera de servicio para regresar a su casa.

Mientras tanto, en el Clarkson, el resto de la jornada fue agotadora para Remprelt. Había tenido que atender a más pacientes de la cuenta, debido a la baja de uno de los médicos de planta. Ya entrada la noche, y tras comer algo en la cafetería del psiquiátrico, Remprelt se dirigió a una de las habitaciones de descanso para el personal. Una vez allí, se metió en una de las camas. Antes de quedarse dormido, y tras sopesarlo varias veces, tomó una decisión respecto a Stan.

Al día siguiente, el teléfono sonó en casa de Stan, y cuando éste lo descolgó, escuchó lo que tanto anhelaba oír:

- Stan, soy el doctor Remprelt. Te concedo una semana de prueba, y si lo haces bien, serás el nuevo empleado para el turno de noche. Ven mañana por la mañana y te enseñaré las instalaciones.
- Será un placer. Hasta mañana.

Tras colgar el teléfono, le invadió una sensación de triunfo. Había sorteado el primer obstáculo hacia la verdad, y ahora debía seguir con su actuación. Aprovecharía la semana de prueba para hacer bien las cosas y ganarse la confianza de todo el mundo, y una vez lograra el puesto, empezaría a investigar cada pasillo y habitación del psiquiátrico. 

Capítulo escrito por José Carlos García

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho la manera en que se introduce este nuevo personaje en la historia.
    Muy buen capítulo.
    Un saludo.

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    1. ¡Gracias Federico! Disculpa la tardanza en responder, no me avisa el blog de los comentarios. No será el último personaje en aparecer, pero sí que supondrá un gran desafío para Remprelt, que por ahora no sabe si puede confiar o no en él. ¡Un saludo!

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