9 de octubre de 2016

Felisa



Todos, entre esas cuatro paredes, sabían que ese lugar era de mi dominio. Todos, sin excepción.
Mi nombre es Felisa y tengo 63 años. A pesar del paso del tiempo, conservo el mismo aspecto pueril y nostálgico de otras infancias vividas. Solo algunos remiendos han bastado para mantenerme embalsamada en el pasado.
Desde que llegué a este hogar de acogida supe que era la favorita de María, mi nueva hermana pequeña. Y, aunque los miembros de nuestro hogar eran numerosos, tanto como variopintos material, género y especie, ambas teníamos un vínculo muy especial; el que une los hilos familiares. Llegué allí por herencia, de abuelas a madres y de madres a hijas. Tenía todo el terreno ganado de antemano. Mis ricitos anaranjados lograrían el resto. María me adoró desde el momento en el que su madre me legó como un tesoro digno de admirar y conservar. 
Durante décadas he mantenido oculto un secreto que, como animal nocturno, solo Tintín conocía.
Como os digo, camelarme a mis compañeros de dormitorio no fue difícil, salvo a Tintín que se hizo bastante de rogar. La noche en la que con su zarpa él quiso marcar su espacio, se encontró con un juguete resabiado y con uñas más que afiladas. Quién iba a decirle a él que, cuando se apagaban las luces al anochecer, el trapo pasaba a convertirse en piel… De aquel encuentro perdí un poco de relleno, y conservo una costura que me da un aspecto carcelario de muñeca dura; de yonqui de felpa. En cambio, el pobre minino no volvió a decir ni miau. Aclarado los términos de nuestro contrato territorial, se convirtió en mi aliado, para lo bueno y lo malo. Y debo añadir, un gran escuchador sentimental. Porque desde que mi prometido llegó a nuestras vidas, ya no tenía botones para nadie más. Mattel había creado el prototipo perfecto, DHC36, ataviado con un elegante conjunto clásico en tejido satinado a juego con su pajarita de raso. Era el novio ideal: atractivo, flexible, silente, y con accesorios (un descapotable deportivo y un kit de cocina).
Como cada año esperaba impaciente el cumpleaños de María, uno de sus regalos sería un flamante vestido para mí. No obstante, mi sorpresa llegó al comprobar como mi hermana desenvolvía a una estilizada fémina de melena rubia y senos voluptuosos, y, tras numerosos arrumacos a la susodicha, colocar a ésta junto a mi amorcito, poniendo así en riesgo mi boda de ensueño.
Dispuse de varias horas el reloj debía marcar al menos las 00:00 para planificar mi venganza. Me sentía totalmente traicionada, no podía soportar hallarme en un segundo plano, debía recuperar su devoción. Con paciencia, esperé a que María durmiese para iniciar mi jugada maestra. Me encaramé de un blinco a Tintín, y me proveí de un cuchillo jamonero del kit. Me abalancé sin vacilar hacía ella, sin darle tiempo de reacción, extirpé los ojos de sus cuencas y arranqué su linda cabellera. Además, acuchillé su cuerpo justo por su pecho hasta bajar a su estómago para destriparla lentamente. Seguía muda, ahora para siempre. ¡Feliz cumpleaños, hermanita! No encuentro las palabras apropiadas para expresar la satisfacción que obtuve. Volvía a ser la favorita.
A la mañana siguiente los gritos desesperados de María me despertaron. Mi mamá consolaba a la pequeña. Yo no podía hacer nada, me mantenía inmóvil, recostada en la cama. Honestamente, no quería hacerle daño a ella, pero tampoco podía permitir que Barbie me arrebatase al amor de mi vida, mi Ken. Ahora simplemente debía llegar la medianoche para subirme a la estantería y colocarme junto a él. Seríamos felices para siempre. 
Tintín me bufaba desde el otro extremo mientras mamá intentaba darle caza a base de lanzamiento de chancla. La culpa, como siempre, era del felino. Me limité a simular arañazos y dejar pelos de gato para inculparlo. Nadie podía pensar que, cuando se apagaban las luces al anochecer… Aún no entendía por qué seguían cuidando de él, y más cuando todo apuntaba a su implicación en el accidente de papá, él nunca se hubiese suicidado con la cuchilla de afeitar. Y es que a los hombres de nuestra familia nunca les ha ido demasiado bien…  En fin, espero que Tintín no tenga que deshacerse de Ken. Es tan perfecto…

1 comentario:

  1. Os suplico que encerréis a Felisa en una celda de las vuestras. No me hagáis sacar las uñas, eh. Gracias de antemano.
    Fdo: Tintín.

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